La realidad de nuestra liga es la de un campeonato pobre y gris, pero que tendrá un campeón extraordinario. La excepción que confirma la regla, la paradoja que define nuestra realidad.
Por Ivar Matusevich.-
Nuestra Liga, nos mintieron desde innumerables rincones, era la mejor, la de las estrellas y en la que se disputaba el mejor fútbol del continente. Todo mentira, una cruel mentira.
La realidad es bien diferente: un calendario demoledor con la Copa del Rey como veneno final de cualquier aspiación europea y equipos que no superarían la mitad de la clsificación en otras competiciones del continente y más allá, es el común denominador de un campeonato que pierde interés competitivo.
No sólo podemos detenernos en la guerra de las televisiones para argumentar el desprestigio de nuestro torneo. Más bien, las razones obedecerían a la falta de criterio para elaborar proyectos serios e ilusionantes.
Es cierto que el Barcelona, por ejemplo, tiene un poder económico inmenso si lo comparamos con otros clubes, pero no menos cierto es que medio equipo es canterano, excelente y canterano, lo que habla de un trabajo sobresaliente en el club blaugrana.
La antítesis es el Real Madrid: inmenso entre gigantes, sin embargo no ha conseguido un modelo de gestión coherente y sostenible, con las vueltas de timón que implica cada cambio y el consiguiente margen de error aumentativo, porque cada temporada el experimento es eso, una prueba que puede salir bien o mal, pero que poco tiene que ver con el fruto de un trabajo.
Qué podemos decir del Atlético de Madrid, con un presupuesto superior a todos los demás, menos los dos anteriores. Ni cantera, ni grandes fichajes, una política deportiva sin dirección y una cantera olvidada hasta la obcenidad. Es el gran ejemplo de la mediocridad de nuestra Liga: si con dinero no sabes, sin él te hundes. O las dos, que es peor.
Una de la excepciones es el Sevilla, si no fuea por el ridículo pensamiento que lo rodea. Es, como todos sabemos, un equipo pequeño, de provincias -no es peyorativo-, con una gestión importante en lo deportivo detrás de la figura de Monchi, pero como el Presidente 'Napoleón' Del Nido, habla de grandezas, pues no: ganó un par de UEFAs, quedó quinto la temporada pasada y marcha tercero en ésta, una de las peores ligas de cuantas recordemos. Para ser grande habrá que exigirle, como plantea su presidente, y en esa exigencia es un equipo más.
Que haya 10 u 11 equipos en cuatro puntos para no bajar, no habla de competitividad, sino de absoluta medianía, porque más de media liga no puede tener como objetivo el no bajar. Sería diferente si la pelea fuera entre cinco o seis por el descenso, otros tantos por puestos europeos, algunos por la Champions y tres o cuatro por el título.
Es un milagro que el Madrid no esté a 20 puntos del Barcelona; lo estaría si jugaran entre ellos, pero al haber otros en juego, pues un equipo del montón, aburrido, lento y risa de media Europa, se mantiene al acecho de un Barça al que sólo le puede ganar el calendario, que se hizo en una secta de Satán y no en despachos deportivos.
Hay que cambiar la Liga, bajar el número de participantes y llevar la Copa a un sólo partido en campo del más débil. Dar prestgio a una competición que no soporta ni Don Juan Carlos y volverla a convertir en el gran torneo del fútbol español. No creo que lo hagan, pero ahí queda la idea.
La paradoja la concluye que a pesar de todo, el Barcelona será campeón de todo porque es el más brillante equipo desde hace décadas. Tiene un entrenador extraordinario y una gestión de cantera envidiable. Hay quienes esperan su tropiezo. Será que no quieren al fútbol español, porque cualquier campeón que no sea el Barcelona, nos ruborizará de cara al continente. Si por el contrario, el Barça gana la Liga, será un buen momento para cambiar desde el éxito de uno en el fracaso de los demás.
Por Ivar Matusevich.-
Nuestra Liga, nos mintieron desde innumerables rincones, era la mejor, la de las estrellas y en la que se disputaba el mejor fútbol del continente. Todo mentira, una cruel mentira.
La realidad es bien diferente: un calendario demoledor con la Copa del Rey como veneno final de cualquier aspiación europea y equipos que no superarían la mitad de la clsificación en otras competiciones del continente y más allá, es el común denominador de un campeonato que pierde interés competitivo.
No sólo podemos detenernos en la guerra de las televisiones para argumentar el desprestigio de nuestro torneo. Más bien, las razones obedecerían a la falta de criterio para elaborar proyectos serios e ilusionantes.
Es cierto que el Barcelona, por ejemplo, tiene un poder económico inmenso si lo comparamos con otros clubes, pero no menos cierto es que medio equipo es canterano, excelente y canterano, lo que habla de un trabajo sobresaliente en el club blaugrana.
La antítesis es el Real Madrid: inmenso entre gigantes, sin embargo no ha conseguido un modelo de gestión coherente y sostenible, con las vueltas de timón que implica cada cambio y el consiguiente margen de error aumentativo, porque cada temporada el experimento es eso, una prueba que puede salir bien o mal, pero que poco tiene que ver con el fruto de un trabajo.
Qué podemos decir del Atlético de Madrid, con un presupuesto superior a todos los demás, menos los dos anteriores. Ni cantera, ni grandes fichajes, una política deportiva sin dirección y una cantera olvidada hasta la obcenidad. Es el gran ejemplo de la mediocridad de nuestra Liga: si con dinero no sabes, sin él te hundes. O las dos, que es peor.
Una de la excepciones es el Sevilla, si no fuea por el ridículo pensamiento que lo rodea. Es, como todos sabemos, un equipo pequeño, de provincias -no es peyorativo-, con una gestión importante en lo deportivo detrás de la figura de Monchi, pero como el Presidente 'Napoleón' Del Nido, habla de grandezas, pues no: ganó un par de UEFAs, quedó quinto la temporada pasada y marcha tercero en ésta, una de las peores ligas de cuantas recordemos. Para ser grande habrá que exigirle, como plantea su presidente, y en esa exigencia es un equipo más.
Que haya 10 u 11 equipos en cuatro puntos para no bajar, no habla de competitividad, sino de absoluta medianía, porque más de media liga no puede tener como objetivo el no bajar. Sería diferente si la pelea fuera entre cinco o seis por el descenso, otros tantos por puestos europeos, algunos por la Champions y tres o cuatro por el título.
Es un milagro que el Madrid no esté a 20 puntos del Barcelona; lo estaría si jugaran entre ellos, pero al haber otros en juego, pues un equipo del montón, aburrido, lento y risa de media Europa, se mantiene al acecho de un Barça al que sólo le puede ganar el calendario, que se hizo en una secta de Satán y no en despachos deportivos.
Hay que cambiar la Liga, bajar el número de participantes y llevar la Copa a un sólo partido en campo del más débil. Dar prestgio a una competición que no soporta ni Don Juan Carlos y volverla a convertir en el gran torneo del fútbol español. No creo que lo hagan, pero ahí queda la idea.
La paradoja la concluye que a pesar de todo, el Barcelona será campeón de todo porque es el más brillante equipo desde hace décadas. Tiene un entrenador extraordinario y una gestión de cantera envidiable. Hay quienes esperan su tropiezo. Será que no quieren al fútbol español, porque cualquier campeón que no sea el Barcelona, nos ruborizará de cara al continente. Si por el contrario, el Barça gana la Liga, será un buen momento para cambiar desde el éxito de uno en el fracaso de los demás.