De las pocas cosas que recuerdo con claridad de la final de la
Europa League, antes de que todo se volviera histeria, gritos y
lágrimas, es mirar a la tribuna frente a la mía y pensar "qué vergüenza
lo de la UEFA". El resto del Hamburgo Arena era un hervidero. Ni un
hueco en las zonas de Atleti y Fulham, muchos seguidores en sus casas
frustrados por no haber logrado entradas y ahí, como si nada, 6.000
localidades vacías. En el fabuloso estadio alemán cabían 55.000
espectadores y la UEFA racaneó hasta lo cutre en el reparto: 12.500
entradas por equipo y para mí y mis amigos las otras 30.000. Y claro,
nadie, ni siquiera Paris Hilton, tiene tantos compromisos que atender
en una sola noche, así que... Insulto a ambas aficiones en su noche más
grande.
Con la Supercopa de Europa pasa lo mismo. Se disputa desde 1998 en
un estadio para sólo 18.500 espectadores (cifra ridícula para semejante
evento) en una ciudad poco futbolera y en un terreno de juego que es
sistemáticamente un patatal. Pero, claro, Mónaco es un lugar fantástico
para el turismo de lujo... Así que la UEFA se queda un saco de entradas
mientras dos hinchadas enormes, que llevan 45 años sin alcanzar estas
cotas, tendrán que conformarse con 5.500 míseras localidades. Resulta
curioso que Platini, tan aficionado a atacar a los clubes que tiran de
talonario y proclamarse adalid de la pureza del juego, permita luego
estas situaciones lamentables. Es historia antigua: criticar desde una
poltrona está tirado, lo difícil es predicar con el ejemplo.
Europa League, antes de que todo se volviera histeria, gritos y
lágrimas, es mirar a la tribuna frente a la mía y pensar "qué vergüenza
lo de la UEFA". El resto del Hamburgo Arena era un hervidero. Ni un
hueco en las zonas de Atleti y Fulham, muchos seguidores en sus casas
frustrados por no haber logrado entradas y ahí, como si nada, 6.000
localidades vacías. En el fabuloso estadio alemán cabían 55.000
espectadores y la UEFA racaneó hasta lo cutre en el reparto: 12.500
entradas por equipo y para mí y mis amigos las otras 30.000. Y claro,
nadie, ni siquiera Paris Hilton, tiene tantos compromisos que atender
en una sola noche, así que... Insulto a ambas aficiones en su noche más
grande.
Con la Supercopa de Europa pasa lo mismo. Se disputa desde 1998 en
un estadio para sólo 18.500 espectadores (cifra ridícula para semejante
evento) en una ciudad poco futbolera y en un terreno de juego que es
sistemáticamente un patatal. Pero, claro, Mónaco es un lugar fantástico
para el turismo de lujo... Así que la UEFA se queda un saco de entradas
mientras dos hinchadas enormes, que llevan 45 años sin alcanzar estas
cotas, tendrán que conformarse con 5.500 míseras localidades. Resulta
curioso que Platini, tan aficionado a atacar a los clubes que tiran de
talonario y proclamarse adalid de la pureza del juego, permita luego
estas situaciones lamentables. Es historia antigua: criticar desde una
poltrona está tirado, lo difícil es predicar con el ejemplo.