Bronca Monumental en el Vicente Calderón
La afición explotó y cargó contra jugadores, Enrique Cerezo y la familia Gil por la imagen tan pobre de los últimos años. Gritos de “Cerezo, cabrón, fuera del Calderón”, “jugadores mercenarios” y “estamos hasta los huevos de la familia Gil” se oyeron hasta la conclusión del partido.
¿Quienes son los culpables?
El análisis debe abarcar a todas las esferas del Club, empezando por los jugadores, por supuesto. Ellos son los que saltan al césped y los que deben defender la imagen del club que representan. Pero el problema viene de arriba.
Nadie en el Club sabe impregnar la más mínima sensación de poderío, de casta, de ganas, de ambición. Inculcar que el Atlético de Madrid es un grande; Campeón de Liga en 9 ocasiones, otras tantas en Copa, de una Recopa, de una Intercontinental, y de un subcampeonato de Copa de Europa.
La afición está harta de ver como se repiten las mismas situaciones de todos los años. Los jugadores no creen en sí mismos, no creen que están en un grande, y se comportan como tal, como un equipo mediano, conformista e incapaz de afrontar grandes retos.
Abel no ha sabido transmitir esa furia, ese sentimiento rojiblanco, esa garra por la que en teoría se le trajo. Y es tan culpable como los jugadores por no dar respuestas al caos táctico, mental y técnico del equipo.
Pero Abel tiene por encima a un secretario técnico, García Pitarch. Un alto ejecutivo para el que basta con dar una rueda de prensa al principio de temporada y lavarse las manos en lo que resta. Un ejecutivo que valora como un gran acierto contratar a jugadores tipo Eller, alegando que su valor de contratación fue casi cero y que por ello ya le convierte en un jugador rentable. Un ejecutivo que diseña una plantilla corta, desequilibrada y falta de calidad para afrontar tres competiciones y al que se está pensando renovar.
Y en la cima de la pirámide Gil Marín y Enrique Cerezo. Por consentir todo lo anterior, por estar consintiendo que Pitarch piense en Juanito y Manuel Pablo para reforzar al equipo la temporada que viene. Por estar pensando en renovarle en función de no sabemos qué objetivos cumplidos. Y, lo que es peor, por conformarse con ser cuartos, por considerar una buena campaña NO GANAR UN TÍTULO.
Y lo más triste de todo… a nadie; ni a jugadores, ni a entrenador, ni a ejecutivos, ni al presidente, ni al dueño, se les sonroja la cara por no ganar títulos, ni tan siquiera por no planteárselo.